🎓 Atender al refugiado no es solidaridad sino obligación

Desde ese momento, “pusieron precio a mi cabeza”, ha explicado en la mesa sobre derechos de los refugiados, organizada en el marco de la asignatura de Derecho internacional

Fecha: martes, 05 de diciembre de 2017 a las 19:30h

Atender al refugiado no es solidaridad sino obligación

Nadie debería ser insensible a la situación que viven los refugiados porque, por improbable que pueda llegar a parecer, es una situación en la que se puede ver envuelto cualquiera. La vida de Romina Pulido Aletti es una buena prueba de ello. Fiscal nacional de Venezuela, profesora universitaria, su vida dio un giro de ciento ochenta grados cuando se vio en la tesitura de abrir una investigación por corrupción que implicaba tanto a políticos chavistas como a miembros de la oposición.

Desde ese momento, “pusieron precio a mi cabeza”, ha explicado en la mesa sobre derechos de los refugiados, organizada en el marco de la asignatura de Derecho internacional. “Yo tenía mi vida hecha y, de golpe lo perdí todo. Te conviertes en un delincuente por el hecho de tratar de hacer lo correcto. Me ha costado muy caro, pero lo volvería a hacer”.

Pulido Aletti tuvo que salir precipitadamente de su país sin más equipaje que un dinero efectivo y los discos duros en los que tenía almacenada la información del caso que originó su desgracia. En un pequeño bote llegó a Trinidad y Tobago, y de ahí a Amsterdam, Londres y, finalmente, Barcelona. Ahora mismo tiene la condición de asilada en España.

La vida en Barcelona no fue lo propicia que se había imaginado. “Pensé que la adaptación sería más sencilla, que, como hablaba el idioma y tenía estudios, me sería fácil encontrar un trabajo”. Esta expectativa no se cumplió. “Prácticamente todo lo que había estudiado y había hecho se perdió. Para mí, ha sido muy fuerte, dejar mi vida, mi tranquilidad, unos padres a los que sabes que ya no vas a volver a ver”.

La intervención de la responsable del programa de Migración de Cáritas Diocesana de Barcelona, Imma Mata, ha comenzado en la línea de recordar que el estado no realiza un acto de solidaridad cuando acoge a refugiados, sino que se limita a cumplir con una obligación que nace de acuerdos internacionales como la Convención de Ginebra o el Sistema Europeo Común de Asilo. En esta línea, ha afirmado que el estado español ha sido tradicionalmente “muy restrictivo a la hora de conceder el estatus de refugiado”.

Considera, además, que las pautas que marca el estado a las entidades sociales a las que ha delegado la acogida y acompañamiento de los refugiados establecen un plan de integración demasiado breve. “Nosotros no creemos en esta manera de trabajar con las personas. Creemos en procesos no en plazos. Queremos ayudar a los refugiados, pero ése no es el modelo en el que creemos y por eso no formamos parte del plan estatal”

Por su parte, el coordinador del Comité para la Acogida de las Personas Refugiadas de la Generalitat de Catalunya, Àngel Miret, ha reflexionado sobre la especificidad de la problemática del refugiado respecto a la del inmigrante. “La perspectiva vital de un refugiado es muy diferente a la de un inmigrante que cambia de país por el deseo de trabajar y ganar dinero. El refugiado necesita otra estructura de intervención”. La llegada del refugiado suele estar marcada por un trauma que hace que sienta en una especie de “paréntesis vital”.

El coordinador del Comité para la Acogida de las Personas Refugiadas de la Generalitat de Catalunya, Àngel Miret, ha profundizado en la problemática singular que presenta la persona refugiada. “La perspectiva vital de un refugiado es muy diferente a la de un inmigrante que cambia de país por el deseo de trabajar y ganar dinero. El refugiado necesita otra estructura de intervención”. El refugiado suele venir “con la vida destrozada y tienen un trauma que se manifiesta en el llamado paréntesis vital”.

Atender al refugiado no es solidaridad sino obligación